Ya sabía ella que algo así pasaría, la soledad no va
con su forma de ser, con su percepción, las personas la mantienen cuerda, la
compañía es la mejor medicina para no caer en la amargura.
Algunas veces soñó con ser grande y no depender de
nadie, estar con su propia sombra era lo que más anhelaba.
Cuando uno crece ve las cosas diferentes, distingue y
manipula las situaciones a su modo, para vivir cómodamente.
Cuando era niña jugaba con las muñecas, reflejaba en
un par de plástico sus ilusiones y sus ambiciones, creía que entre más sola,
mejor viviría, sin pedir permiso a nadie para poder ir a tomar el té con su
mejor amiga de la infancia, situaciones que la controlaban, le hacían perder la
cabeza.
El encierro no le agrada a ningún niño, a ella le
gustaba pasar sus tardes después de la escuela en plena paz.
Con el tiempo la soledad comenzó a devorar sus
entrañas, le aburría la rutina.