Las lágrimas de
algún modo ha querido esconder, las risas siempre quiere imitar, la angustia no
la deja respirar, pero, qué pasa cuando se recarga en su hombro.
Se pierde en el
espacio, ella acostumbra a relajarse por su atenta y grata compañía, él la
tiene atada y enamorada.
Le encanta como
juega con sus cabellos y como suspira de madrugada, es una droga afrodisíaca el
olor de su cuello la deja como dopada, un poco sosa, un poco plácida.
La niña no se
siente recatada, libera su cuerpo y mantiene su mente en sintonía.
Las tardes de
otoño son el mejor condimento, se recuesta en su regazo, se acarician, dormitan,
se aman, la melancolía se esfuma como humo de tabaco, las lágrimas se evaporan
como hielo del Ártico, la tristeza se va.