jueves, 8 de abril de 2010

Mi gato magnético

Víctor salió a buscar a Leo, quien no había ido a casa desde hace dos días, ya habían pasado más de 46 horas y el platón de su gato estaba lleno de leche cuajada. Víctor estaba inquieto, pensando que tal vez regresaría esa tarde.
Leo era un gato negro, de ojos azules y adormilados, tenía muy mal humor, ronroneaba siempre por capricho, ese gato seductor perturbaba a cualquiera. Tenía la fuerza y atracción de un imán.

Los nervios de Víctor lo consumían, ya no sabía qué hacer, hasta que después de unas horas decidió tomar el cascabel que tanto le gustaba a Leo, el cielo ya había oscurecido, tal vez era el momento preciso para agitar el juguete favorito de su mejor amigo.

Poco después Víctor regresó a casa con la mirada abatida, caminaba lentamente como preocupado, rodeando el jardín, pensando y susurrando, desde entonces hace mucho que no lo veo.

De día él no sale para nada, se dice que de noche busca a Leo agitando el cascabel y gritando el nombre de su gato magnético, ya han pasado cuatro años desde que el felino de ojos metálicos se fue, su esperanza de Víctor ha sido la fe, su felicidad se ve de cerca cada que el cielo se oscurece, ¿cuándo dejará de buscarlo?