miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un respiro

He visto su rostro desvanecido, no distingo si es él o ella, he tenido las ganas de irme al sueño más profundo porque así no siento dolor, así no hay asfixia, así no tengo tristezas que me hagan enfermar.
Hoy entendí las cosas de forma completa, algunas veces las entiendo como creo yo, son lo mejor para mi, pero no, la cosa es calmarse, la calma me lleva lejos, me da seguridad y me hace feliz, he visto un mundo de incertidumbre y terror, en donde las personas ya casi se van a donde tal vez encuentran la esperanza, la armonía, el regocijo de saber que allá estarán en plena calma, allá no hay malestar.
Las tristezas desaparecen rápido, los recuerdos de congoja y la desilusión se van con el aire helado, con el tic tac.
Todavía no me siento clara, pero sé que el tiempo me hará entender, entonces en ese momento estaré en completa calma, como hace unas horas lo hice, y no por el sopor, sino porque me visitó él o ella, sus brazos me envolvieron por unos segundos, no diré mentiras, la verdad me gustó ser arrullada, me mantuvo en plena paz y más cuerda que nunca, a mi mente vinieron recuerdos lindos, imágenes de hoy, escenas que he vivido entre reposo y risas, entre suspiros y sueños, y por eso entendí que la calma pronto me encontrará...

lunes, 22 de noviembre de 2010

Quiero una flor amarilla que me haga soñar

Esto es algo que escribí hace tres años, desde entonces lo dejé, es algo que no he podido terminar por miedo, porque no soy buena para los finales, porque no me gustan los finales, pero lo dejo aquí para no olvidar que lo tengo, otra cosa, el cuento va dedicado a mi padre Alfredo, así que yo he prometido dárselo algún día.
La niña está sentada en un banco, al frente de ella hay un piano, sobre el piano hay un pequeño florero, el florero tiene una flor amarilla y brillante.

La niña tiene la piel morena como la canela, tiene los ojos grandes y de color miel, tiene una trenza que le llega hasta los hombros, usa un vestido amarillo con grecas rojas.

Ella se llama Valeria, tiene 12 años, es tan tierna, le encanta la mermelada sobre el pan tostado, bebe la leche como si fuera agua, todas las tardes se columpia en el árbol que hay en el jardín de su casa.

Pasa el tiempo y Valeria se convierte en una mujer, con un carácter envidiable, ella está llena de tranquilidad, es perspicaz porque no se enoja por tonterías, ella disfruta al máximo el tiempo, trata a las personas con respeto, aunque estas no den lo mismo de su parte, es de esas pocas mujeres que se enamora por momentos, no se enamora de un solo hombre, se enamora de cualquiera que la mantenga flotando de cabeza sobre el techo, alguien que sea seductor y todo un caballero, que pueda tener un rostro sereno.

Valeria viaja en el espacio y el tiempo, ella muere por descubrir todo tipo de ideas e historias, ella regala besos para enamorar.

Valeria quiere estar acompañada por momentos, su soledad la mantiene viva, esa soledad de poder estar en su propio mundo, de hacer lo que se le da la gana, nadie le dice qué hacer, nadie la observa, nadie le miente.

El amor para ella es como amar a un libro, a una estación del año o incluso amar una buena melodía, el amor no existe es una tentación voluptuosa, para Valeria no hay alguien que la atrape por completo, no hay alguien que la haga sentir extasiada.

Camina por los jardines de las calles, recoge una flor amarilla, la pone en el florero y después la coloca sobre el piano viejo, que ya ha dejado de tocar.

Le encanta la naturaleza, le encanta recostarse sobre el césped y ver el cielo, oler la tierra mojada que deja la lluvia, trata de estar calmada y enamorada de sus ideas gracias a su inmensa imaginación y a esa flor amarilla.

Sus sentidos se distorsionan por las elocuencias de las personas que la rodean, por la mentira que ellos azotan con un bun bun en su cabeza.

Valeria se mira en el espejo, y ante el marco ya gastado y de antaño, ve sus enormes ojos de ámbar, cierra los parpados, y lo ve, lo imagina, él trae en el rostro un antifaz, y sujeta un bastón, ella trata de acercarse a la imagen, para distinguir los detalles, pero alguien toca su hombro y abre los ojos, sacudiéndola de la escena (en construcción)...

jueves, 18 de noviembre de 2010

Las horas no dicen nada

Ausente de alegría, ausente de risas, ausente de llanto, las lágrimas no salen, las ideas me ahogan en un mar envuelto por malos pensamientos, pensamientos que rugen y piden una respuesta, pensamientos que no se apagan con el sueño más voraz.
Qué pasa, qué me está pasando, que lo único que veo es un futuro donde estoy sola, sin ánimo, sin anhelo, sin nada, es incierto, el tiempo va lento, las horas no dicen nada.
Llévame luz de otoño que atraviesa las cortinas de su habitación, sácame el alma y cuélgala de un hilo, que tal vez así no sienta nada, arrójame al vacío, que vacía quedaré por su respuesta, encapsula los momentos encantadores, que estarán en el recuerdo, su existencia la tendré en los ojos, en las manos, en el espíritu, en mi fe, su recuerdo quedará en mi silencio, porque todo fue un sueño, un sueño del cual tendré que despertar, veo el reloj y las horas no dicen nada, veo la Luna y mi alma es quebrantada.
Déjame entrar a sus pesadillas para poder restablecer todo, déjame amarlo para poder envejecer en sus brazos, para poder decirle que lo amo…