La lágrima dulce baja sobre el sol de media tarde.
El tobillo se mueve aforrándose al cabezal.
El suspiro de ambos choca, el beso con alcohol ni siquiera los
incomoda.
Desnuda la mirada con la pupila dilatada.
Inesperado es el segundo, buscas el camino por debajo del ombligo,
por detrás de los cerezos, busca hasta la cúspide de la lengua, humedece el
rostro que se encuentra enrojecido.
Desnuda la piel, pálida, fría, que como espejo refleja cansancio y
fastidio.
El silencio se escucha.
La concentración despierta la culminación de un placer
inexplicable para muchos, te has preguntado cómo se logra la meditación.
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