Los colores me
quiebran, sacuden mis pies, mi vestido se levanta con el suspiro de la música.
Suena atroz mente su voz.
Es inexorable aquel ser que no me deja entrar en su mundo. Es
inmundo el espacio en el que habita. Es taciturna mi voz que se desprende de
mis cuerdas bucales. Baila con ella, y desprende el leotardo con una sonrisa.
Baila con sus cabellos, y juega con los espejos del salón, con los
movimientos turbadores y desenfrenados que equilibran los pasos con las
merceditas rosadas y ya gastadas.
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